En la escuela, el estudiante no solo aprende a manejar
cierta información; aprende mucho más de lo que creemos que aprende.
·
A conocer a sus profesores y a distinguir los
tipos de maestros que hay.
·
A conocer las debilidades de cada uno de ellos.
·
Las formas más adecuadas para hacerlos menos
exigentes.
·
A prever que tipo de examen le hará cada
profesor.
El estudiante aprende también toda una estructura de
relaciones sociales.
·
Que el profesor es la autoridad, porque posee la
autoridad que le da conocimiento y por eso es el quien dicta las reglas del
salón de clases.
·
Que los alumnos deben callar, respetar y
obedecer las órdenes del profesor.
·
Que debe luchar por sobresalir entre sus
compañeros y, por tanto aprende a revivir en un ambiente de constante
competencia y rivalidad.
El estudiante aprende además una serie de actitudes
fundamentales frente a la vida:
·
Que para llegar a ser alguien, hay que estudiar
y esforzarse por sobrevivir.
·
Que el que no sabe, no vale.
·
A limitar y a reprimir sus impulsos, sus propias
iniciativas su creatividad y sus intereses, para limitarse a seguir las
instrucciones y las indicaciones que le vienen de fuera, de quien tiene la
autoridad.
·
A no pensar por sí mismo, sino a esperar que le
digan lo que tiene que hacer.
Estos y otros aprendizajes iniciados en el seno de la
familia son logrados y reforzados en la escuela.
La mayor parte de la información estudiada y aprendida en la
escuela será olvidada, en la medida que no es utilizada en la vida diaria. Pero
estos otros aprendizajes de socialización permanecerán ahí, sedimentados en el
sujeto. Son pautas de conducta que ha incorporado su personalidad.